Destino y propósito
“PERO MI VIDA
NO VALE NADA… A MENOS QUE LA USE PARA TERMINAR LA TAREA QUE ME ASIGNÓ EL SEÑOR
JESÚS…” (Hechos 20:24)
Un viejo adagio
decía: “Si te gusta tu trabajo, no trabajarás ni un solo día de tu vida.”
Sin embargo, no es del todo cierto, porque la mayoría de la gente trabaja
demasiado. Y aunque les guste su trabajo, siempre tienen que hacer cosas que no
les agradan; se esfuerzan mucho y van más allá de lo demandado. Sería más
exacto decir que si haces algo en lo que crees, el trabajo te reportará una
profunda satisfacción.
La novelista
Ursula K. Le Guin comenta: “Está bien llegar al final del camino, pero lo
que importa, al final, es el camino.” Algunos sufren de la “enfermedad
del destino”. Éstos creen que serán felices cuando lleguen a cierto lugar.
Es una lástima, porque muchas veces cuando llegamos a un lugar anhelado nos
damos cuenta de que no era lo que habíamos esperado.
Si te
obsesionas con el destino, ¡no disfrutarás de las cosas buenas que suceden
en el camino! Te perderás la alegría que trae el día de hoy. Si estás
convencido de que “algún día” será mucho mejor, no te esforzarás por el
presente ni lo aprovecharás como es debido.
Si no estás
haciendo algo valioso con tu vida, entonces no importa cuántos años vivas. No
se trata sólo de sobrevivir; necesitas una razón para vivir. Aquí es donde
entra Cristo. Él te dará vida nueva y un propósito -además de la fuerza para
cumplirlo. D. L. Moody dijo: “Deja que Dios tome tu vida; Él puede hacer
mucho más con ella que tú solo.”
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