jueves, 15 de enero de 2009

Al Tocar la Espada


Era larga la distancia que Juanito debía recorrer para llegar a su residencia… y era tarde…Como de costumbre, después de despedirse de su novia, Juanito se apresuraba a tomar el último bus del día.


Extrañamente, esa noche no transitaban muchas personas por aquella estrecha avenida hacia la parada. Se respiraba un ambiente de soledad que hacía estremecer a cualquiera. Había llovido durante casi todo el día y la noche se tornaba un poco tenebrosa.


Después de esperar por interminables minutos, Juanito comprendió que esa noche el último bus no pasaría, y él no contaba con dinero suficiente para pagar otro tipo de transporte hasta su actual domicilio.


Por instantes el joven se quedaba pensativo; finalmente tomó la dura decisión de emprender su largo camino hacia el otro extremo de la ciudad donde vivía con una prima quien le había facilitado una habitación cuatro años atrás. Apretando la Biblia contra su pecho, y encomendándose al Todopoderoso, Juanito inició la marcha con pasos atropellados, volteando su rostro de manera intermitente,


abrigando la esperanza de ver venir hacia él esas dos luces tenues que siempre alumbraban el camino de regreso a casa. Transcurrían los minutos, y su desesperado anhelo de escuchar el destemplado ruido que producía el motor del bus que regularmente abordaba cada noche, fue convirtiéndose poco a poco en una infructuosa ilusión que no lo dejaba ni siquiera pensar en las palabras que frecuentemente intercambiaba con algún pasajero que coincidía con él en el mismo asiento.


Las calles se hacían infinitas, y lo oscuro de la noche ponía nervioso a Juanito, quien ahora sudaba copiosamente. Ya no volteaba con tanta frecuencia aunque oyera el ruido de algún vehículo acercándose, porque su corazón había perdido toda esperanza de un transporte que estuviese al alcance de su precario capital.


Lo que sí hacía era orar en voz baja cada vez que venía a su mente el largo trayecto que todavía le faltaba por recorrer.Dos horas más tarde ya él había atravesado aquella gran ciudad que cada minuto se tornaba más solitaria.


De vez en cuando la sombra o reflejo de alguien que a lo lejos pasaba por el lugar hacía que Juanito apretara con más fuerza ese libro sagrado que lo había acompañado por tanto tiempo desde su niñez. Su corazón comenzó a palpitar de manera acelerada cuando se percató que no faltaban muchas cuadras para, por fin, llegar a su hogar.


Sabía que no encontraría nada que comer por la hora que era; su prima lo esperaba mucho más temprano y ese era el castigo que él recibía cada vez que se retrasaba.Resignado a pasar otra noche sin antes haber probado alimento, pero en cierta forma alegre por lo cerca que ya quedaba su residencia, Juanito aligeró el paso, y de sus labios salieron algunas palabras de agradecimiento a su Señor.


Ya comenzaba a recobrar su aliento de la larga travesía de esa noche, cuando repentinamente sintió un nudo en la garganta cuando a lo lejos divisó dos siluetas que muy apresuradamente se acercaban hacia él.


Al comprender que se trataba de dos delincuentes, y preguntándose el por qué estaba a punto de sucederle algo malo casi al final de su jornada, Juanito se detuvo a esperar lo peor, al tiempo que apretaba contra su pecho su fiel y único acompañante de siempre: la Biblia. Sin pensarlo dos veces, los dos bandidos, cuchillo en mano, se lanzaron contra Juanito quien permanecía aferrado a su Libro con la vehemencia de un lobo feroz a su presa.


Al ver que algo les impedía lograr el objetivo de herir de muerte a su víctima, uno de los malhechores decidió arrancar de sus manos aquel libro que más bien parecía coraza que cubría el pecho del chico.


Hubo una lucha fugaz, porque en el instante en que el forajido tocó la Sagrada Biblia, inesperadamente, como venidos de la nada, aparecieron otros dos aparentes delincuentes a espaldas del espantado Juanito, quienes con voz apresurada incitaban a los primeros atacantes a luchar contra ellos. Esta vez hubo una lucha feroz y prolongada, suficiente como para que Juanito pudiera escapar de aquel lugar y llegar a su casa sano y salvo.



“Y te libraré de la mano de los malos, y te redimiré de la mano de los fuertes.”Jeremias 15:21.“Jehová es tu guardador; Jehová es tu sombra a tu mano derecha. Jehová te guardará de todo mal; Él guardará tu alma.”Salmos 121:5-7.“El Ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen, y los defiende.” Salmos 34:7

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¨Enseñándoos y exhortándoos los unos a los otros con toda sabiduría...¨Colosenses 3:16 ORACION DE HABACUC CAP. 3 17. Aunque la higuera no florezca, Ni en las vides haya frutos, Aunque falte el producto del olivo, Y los labrados no den mantenimiento, Y las ovejas sean quitadas de la majada, Y no haya vacas en los corrales; 18. Con todo, yo me alegraré en Jehová, Y me gozaré en el Dios de mi salvación.

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